8 de marzo de 2009






Por Koestler




Ojo a la mata que mata 

La coca es una planta sagrada....

Aunque no se crea la campaña nacional de “Ojo a la mata que mata” debe ser candidatizada a un premio universal.... a la estulticia. Pocas consignas tan sosas, mentirosas y de un contenido tan rico en ignorancia. Que no quede duda sobre que el gobierno Uribe aquí demuestra claramente su pensamiento sobre el problema de las drogas.

En primer lugar, ninguna “mata” o planta tienen la culpa del uso que le den las personas. Por ejemplo, la coca es una planta medicinal, de usos culturales muy importantes por las comunidades indígenas, pero, además, una planta de alto contenido alimenticio y proteínico. Se la combate sin piedad como si fuera la culpable de los problemas del consumo de la cocaína.


...la marihuana también tiene usos medicinales...

Pero a nuestros interesados mandamases del gobierno ―para ser justos, parece un mal universal― sólo les afana destruir los cultivos de coca, sin importarles las ventajas naturales que tiene ni las tradiciones culturales de los pueblos nativos. La culpa es de la “mata que mata”.  Lo único real es que el clorhidrato de cocaína sólo se puede extraer de la “mata que mata” gracias a insumos químicos que producen las plantas industriales de países desarrollados.  ¿Por qué no “las fumigan” o las bombardean?   Lo decimos, claro, para estar a tono con la política oficial, no porque tengamos alma de terroristas.

Para no hacer mucha memoria, vale la pena recordar que en nuestro país la producción de cocaína empezó gracias a la Alianza para el progreso que promovió el presidente Kennedy. Sus famosos cuerpos de paz fueron los que llegaron a capacitar a nuestras gentes en la producción de cocaína y en los grandes cultivos de marihuana.  Antes de la llegada de los cuerpos de paz no existía esa producción nacional. Entonces, ¿Quiénes son los iniciadores y responsables, por ende, de dicha actividad?  

No olvidemos que la marihuana tenía una extraordinaria demanda para los soldados yanquis en la guerra de Vietnam.  Al fin y al cabo la clientela no podía quedarse sin el suministro de sus productos esenciales. Y voilá, mientras nos civilizaban y traían su democracia, los gringos montaban el negocio de las drogas; negocio por el cual nosotros somos ahora las putas del paseo.

No vale la pena extendernos en esto. Lo cierto es que al parecer el manejo de la problemática de las drogas está afectado por políticas perversas e intereses soterrados y de ambiciones desmesuradas. La persecución contra la producción, comercio y distribución de las drogas sólo ha estimulado dicha actividad por los altos estándares de rentabilidad que generan nacional e internacionalmente. Es un mecanismo harto conocido por los comerciantes: monopolización y acaparamiento para elevar los precios, a la vez que se controlan los mecanismos para su distribución mundial. Se diría que quienes más la persiguen y restringen más se benefician.

...el tabaco mata más...

Pero no vale la pena detenernos mucho en esta “realidad” tan escondida tras frases moralistas y efectistas. Miremos otros datos a nivel mundial. Según la ONU, mueren al año, a causa del tabaquismo, más de cinco millones de personas.  Como consecuencia del alcoholismo, más de dos millones quinientas mil personas. Y por el uso de las drogas alucinógenas unas doscientas mil personas. Entonces ¿dónde se encuentra la bolita?   Sencillo.  Que unas son muertes legales, es decir por productos o drogas legales: tabaco y alcohol. En nuestro caso, protegidas por el Estado o el gobierno que esté de turno, como ahora el del Dr.  Uribe Vélez.

Ya no es rentable perseguir el alcohol y el tabaco.  En cambio, contra el opio, la cocaína y la marihuana si hay justificación para una guerra, para un negocio redondo de armas, equipos bélicos de toda clase, por participación o coimas en contratos, y paremos de contar los “beneficios” que trae semejante guerra.

Una pequeña pregunta: ¿Cuál problema es más grave?   ¿Por qué sí es legal una droga que ocasiona cinco millones de muertes al año, u otra que ocasiona dos millones y medio al año, y se persigue con tanta saña una de menores efectos en la población?   Averígüelo Vargas.

Fin de la primera parte. 

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