17 de marzo de 2009

Una crónica soñada... (2 parte)




Seguna, y última parte, porque a veces terceras partes no son buenas...




Por Fresh Gossip





 Continuación...

 

 Pero mientras en la corte y en las obras todos daban por sentado que los súbditos aceptaban sin chistar las órdenes reales y que se habían agotado llevando y trayendo memoriales, los del populacho se sentían hasta los cogotes de la burla y preparaban una muy sonada manifestación de súplicas ante el palacio de la monarquía. Los que antes se sentían orgullosos del linaje azul de la tradicional casa de “Mulas de Klim” ya expresaban abiertamente su desagrado y estaban dispuestos a pedir cien floreros para armar una fenomenal furrusca.

Y preciso, como un rayo que cae de repente en un día sin nubes, se oyeron frente a las puertas del Palacio los primeros gritos de la gleba que pedían la presencia de la Reyna para que les aclarara de una vez por todas cuales eran sus verdaderas intenciones.





 Presto la guardia de Palacio cerró la fortaleza para que no entrara el populacho y éste se arremolinó al frente exigiendo sus derechos.

“Que viva la Reyna y muera el mal gobierno”, gritaban unos famélicos ancianos.

“Que salga la Reyna, que yo la mechoneo”, gritaba una representante de la Casa de Amaya y Aguilera”.

“Que salga, que salga, que salga....” gritaban todos a coro.

Entretanto, la Reyna en sus aposentos permanecía muda, mayestática y oronda, mientras se deleitaba con un sabroso vaso de leche Klim, a la que es muy aficionada.

Mientras unas asesoras miraban furtivas por la persiana, con sus corazones apesadumbrados por la ingratitud de la chusma, en el parque y la calle crecía la vocinglería a todas luces injustificada, pues la Reyna ya había permitido que dos delegados la vieran y, de rodillas, en su presencia entregaran el memorial de súplicas. Pedir que ella se asomara a la ventana para que los iluminara con sus bellos ojillos enmarranados y los envolviera con su palabra embrujadora, era una pretensión a todas luces exagerada.  ¡Definitivamente no merecían tanto honor!

Pero los terroristas que azuzaban a la masa ignara seguían diciendo mentiras y más mentiras: que la antena sería un adefesio estético, que las microondas les causarían daño, que el suelo era para planes educativos y de seguridad y  etcétera, etcétera.   En fin, pura demagogia contra el progreso.... de las arcas reales de su graciosísima majestad.    

En el salón de la mesa redonda, el Conde de Ardillote ―que había sido nombrado asesor mayor del reino, por la desinteresada recomendación del ahora injustamente perseguido de la ley jefe de una ONG (de las buenas, las de LSD*[i])― decía que no había de que preocuparse porque en poco tiempo se retirarían, cuando, de improviso ingresó por la ventana el primer guijarro que casi da en la frente de la ayudante de cámara Doña Demencia del Castillo, Mayordoma mayor del reino.

Ante tamaña agresión tomaron la providencia de guarecerse en una oficina mejor protegida, es decir el baño, pero cuando su graciosísima majestad quiso ingresar ya lo habían ocupado el Conde de Ardillote y el Duque de Serranilla, jefe de personal. Definitivamente tres gordillos no cabían en el mismo baño a menos que la reina aceptara sentarse en las piernas del duque, quien se hallaba posesionado del trono o taza, como le dicen al inodoro.

Mientras, afuera menudeaban los agravios contra la Reyna, dichas por toda clase de siervos de la gleba que no dejaban ver sino su mala educación y su proveniencia de mala cuna.

“Que salga esa $$//((##"!clamaban unos.

“Qué hideputa, decía una vieja, esa lo que es es una triple ??¡&%$"!(, y toda la chusma  gritaba alborozada.

Y se multiplicaban hasta el infinito los insultos, cosa que asombraba de verdad a Doña Demencia del Castillo, alma inocente cuyos castos oídos jamás de los jamases habían sido mancillados con tan injuriosas expresiones.

Los rezos de la reina y su séquito tuvieron eco en el altísimo, pues fueron cesando las palabras ofensivas y, de pronto, como por arte de un milagro, desaparecieron los furibundos protestatarios. 

Ya calmada, y tomándose una aromática que le trajo doña Margaritornes de los Tintoes, de la casa de los Portugaes, la Reyna reinició su trabajo. (A ella le encanta el trabajo, como lo atestiguan los camioneros o mejor, buseros. )

“A ver, mi fiel Casandro, qué contrato traéis bajo vuestra faltriquera. Porque no dudo que tenéis alguna cuita para compartir con vuestra generosa prima.”

“Mis cuitas de amores ―dijo el Casandro― Vos las conocéis mejor que lo que el vulgo ignaro conoce de las vuestras.  Las que ignoráis son las referentes a los contratillos de obras y otras cosillas que aquí os presento, para que vuestra magnánima y graciosíma majestad autorice ejecutar.”

Estaban todos en estos alegres y jocosos comentarios cuando, de repente, sonó el teléfono. Era el Emperador, quien llamaba iracundo a protestar por lo que suponía era un bloqueo ordenado por la Reyna.

“Os ruego me digáis si se trata de una declaratoria de bloqueo económico el que ordenasteis hacerme, pues en Vuestro reino se interrumpió el flujo de viajeros y comercio hacia mi castillo.  Sobra deciros que es un acto de extrema gravedad.”

“Os garantizo, amado Señor, que no se de que se trata y que no he ordenado tamaño desaguisado. Haré investigar qué ocurre y ordenaré las medidas correctivas.”

A lo que el Emperador del Mostacho, le urgió prisa en la misión encomendada y dejó en sus manos la solución del problema. La

 Reyna envió emisarios a investigar qué sucedía, y en pocos minutos tuvo ante su presencia al mensajero, quien con la voz entrecortada le dijo:

“Oh, amadísima Señora, el populacho está en la carretera, gritando a quien quiera oírlo los antecedentes de Vuestro augusto linaje, y hacen referencias no muy graciosas respecto a Vuestra madre, Vuestro padre y una, la más querida por todos, de Vuestra honorable tía Raquelita.”

Pálida como los bombillos que se expenden en la Ferretería América y demás de la Sociedad Serrano Gómez, su graciosíma majestad atinó apenas a descansar sus virginales posaderas en el trono recién adquirido para un mejor ejercicio cerebral. Luego de pensarlo un poco tomó una decisión valiente:

“Iré a enfrentar a la chusma en persona. Deseo que me acompañéis.”

Nada más expresó su voluntad salieron por la puerta trasera, a la chita callando, el Barón de la Garra Salva, el embajador franchute Arkáz del Anticristés, y otros más, mientras el oidor Javier de la Estrella se echaba la silla al hombro y corría escaleras abajo.

En llegada su Majestad ante la gleba está corrió.... a organizarse en corrillo para que pudiera oír mejor sus letanías de agravios, que no repito aquí por que sería de nunca terminar, y la brevedad del blog así lo aconseja. Pero estoy segura de que vuestra imaginación se quedará corta ante lo que allí se dijo. 

Y pasaron las horas.... y las horas.... sin que nadie tomara en serio la presencia real salvo para reiniciar sus ofensas descaradas.

“Me desconcertáis con vuestra actitud. Soy vuestra primera Soberana elegida democráticamente, y vosotros los hicisteis, pues las anteriores, todas, fueron nombradas por concreto. ―Y, con lágrimas en los ojos, continuó―: Recordad que os llevo en mi corazón, y siempre os he llevado.  Y una prueba de ello es que os he carnetizado para teneros en una lista muy preciada de amigos bien amados.”

No bien terminaron estas palabras reales, los de la chusma recordaron su bien más preciado y, todos a una como en Fuenteovejuna, tomaron sus carnets, los rompieron y hollaron los impolutos pies reales tirándolos encima y recomendándole que “se los metiera por donde mejor le cupieran.”

Parecía de nunca acabar aquel aquelarre, sabiamente promovido por agitadores profesionales de larga trayectoria; una, de marinería, como la del Buque, o zooprofágica, como el Cucarrón, o insidiosa como la Barbarita y otras de su jaez.

Sin perder la calma, doña Demencia del Castillo recurrió a una de sus estratagemas más usadas e hizo correr el rumor de que en diez minutos se daría inicio a la emocionante telenovela “Si te veo, te rompo la cara marica” y, dicho y hecho, los insubordinados fueron abandonando aquel campo de Agramante, donde quedaron tirados los carnets que su Majestad había mandado a elaborar para premiar a sus votantes con su foto, un número de orden y la esperanza de que ella sí era la esperanza de todos.

Imperturbable, la Reyna observaba como la luna, triste y pálida, rielaba sobre los plásticos de los carnets, mientras un búho ululaba a lo lejos y el fiel primo Casandro recogía del piso los carnets para echarlos en una carretilla que sostenía el Conde del Ardillote....  


... el Casandro y el Conde recogieron los carnets...

Y colorín colorado, este cuento ha acabado.  Y si hay más sueños sobre este insuceso aquí os lo contaré.  Y recordad: Esto no existió, ni existe el pueblo de Piñabrija, o cosa por el estilo.

Lo demás son meras especulaciones.


[i] LSD: una extraña droga a la que llaman La Seguridad Democrática

[ii] Nota: no publicamos lo que se dijo en español porque nos cierran el blog.  Lo hacemos en el lenguaje antiguo del reino, que ya nadie usa. )



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