29 de marzo de 2010

Por una seguridad 'dextermocrática'



Caricatura tomada de 'Un pasquín', de Vlado


Por Acidonitrix

No es un error de tipografía o 'metida de pata' al escribir. Se trata de una sincera preocupación por colaborar a los candidatos que hablan de seguir con la seguridad democrática del presidente Uribe. Ellos hablan de mejorarla, lo cual, en plata blanca, significa que se quedó corto. ¿Será que la consideran mala y desean cambiarla pero no se atreven a decirlo?

Viendo los programas de debates presidenciales y leyendo sus documentos 'propuestas', me dediqué a revisar maneras de enfocar la seguridad democrática y ciudadana apropiada para este régimen, y que a la vez sirva para que nuestras cristianas conciencias estén tranquilas, descansen en paz, y puedan bajar gozosas al sepulcro.

Inicialmente supuse que sería un trabajo muy complejo. Pero afortunadamente ya existía un modelo fácil de aplicar en nuestro país, con la venia de todos. Me atreví
a bautizarla como 'dextermocrática', por aquello del nacionalismo uribéstico que practicamos los bobombianos. Dejemos a un lado tantos preliminares y vamos al grano.

En los canales internacionales existe un programa norteamericano (tenía que serlo) sobre un personaje llamado
Dexter, cuyo nombre da título a la serie. Muy seguida por su público, como que ¡ya tiene cinco temporadas! El personaje central es un psicópata que presenció a la edad de tres años, junto con su hermano mayor, el asesinato de la madre a punta de motosierra. Obvio, Dexter {exterminate: exterminar}, sufre una compulsión incontrolable por asesinar: animales y luego personas; para su padre adoptivo, un policía, lo importante era que el niño guiara sus impulsos y no fuera atrapado. Así, le brindó una eficaz preparación. Dexter termina trabajando para la policía en el departamento forense, donde se especializa en el análisis de huellas de sangre.

Es un asesino en serie que se especializa en eliminar (sin que el público lo sepa) a delincuentes peligrosos que asesinan a personas del común. El programa presenta a todo un 'artista' en el arte de liquidar y despedazar a sus víctimas, que luego arroja al fondo del mar, en
Miami.

Como no pretendemos hacer un análisis de la serie, dejamos por ahí la descripción y sólo nos limitamos a señalar que cuando se descubren restos de su cementerio marino, termina con un gran apoyo de los habitantes, que solicitan su ayuda y le expresan simpatía por la labor del sicópata.

Haciendo una pequeña extrapolación a la polarización nacional, donde el odio impide el análisis juicioso de los hechos, y con los antecedentes que existen de aplaudir las medidas de violencia creadas por las fuerzas del orden y los paramilitares en represalia —unas veces— por acciones de la guerrilla y en cumplimiento, otras, de órdenes emanadas por los políticos , terratenientes o empresarios deseosos de apropiarse de las propiedades de campesinos o habitantes de pueblos y ciudades, considero que es el momento apropiado para que la famosa '
seguridad democrática' pase a ser la 'seguridad dextermocrática', es decir, la del exterminio.

Así todos quedaríamos felices: los
bobombianos aplaudiendo y justificando, y las fuerzas obscuras exterminando. Ya adoptada como una política de estado, el rey del jaque podría desempolvar la secreta circular 029, y cuando se le ensucie un poco las manos puede volver a desprestigiar y enlodar a militares según sea su conveniencia: destituyéndolos o enredándolos con falsas denuncias ante la fiscalía.

Si tenemos presidenta, la princesa del
vodevil, vestida como para la ocasión en la que presentó sus credenciales ante la reina de Inglaterra, puede ordenar más y más partidos de fútbol por la televisión, segura de que los gritos de las barras embravecidas sepultarán los lamentos desgarradores de víctimas y familiares.

Y nosotros, los
bobombianos saldremos plácidamente a misa y comulgaremos con la conciencia tranquila ya que... 'por algo sería'.


Y ¡Viva la muerte!, como proclamaba en la España franquista el general
Millán-Astray.