18 de diciembre de 2010

El invierno y las ranas








Por Koestler

En la literatura científica se menciona el síndrome de la rana como un hecho que se puede aplicar perfectamente a las sociedades humanas. El hecho consiste en que si se deposita una rana en una agua caliente, el animal en forma inmediata salta de la olla para huir de ese ambiente que amenaza su vida.

Otra cosa muy diferente es la que opera cuando se deposita el animal en una vasija con agua a una temperatura agradable para la rana, y se va incrementado el calor lentamente, en forma imperceptible para el batracio. El resultado es que el animalillo se va adaptando al agua caliente, no percibe el peligro y muere cocido en el líquido que alcanza la temperatura de ebullición.

Fenómeno similar se aplica con las sociedades humanas, que si se encuentran en un proceso de agudización de condiciones, en vez de despertar ante el peligro que se cierne sobre ellas prefieren habituarse a los acontecimientos. Es más, buscan explicaciones sutiles o imbéciles para justificar su pasividad.

Una muy común ante las tragedias invernales es escudarse ante la 'voluntad divina', pues 'Dios es el que lo decide...' Lo cual no es otra manera que la de eludir la responsabilidad que nos corresponde a todos en este problema. A todos, sin excepción. Por acción y por omisión.

Lo primero va desde el momento en que se arrojan las basuras a la calle, se contaminan las fuentes hídricas, se vive en una mentalidad consumista. Pasando por fenómenos como la generación de actividades productivas altamente contaminantes, etc.

Pero existe otra igualmente grave o peor. La de hacernos los avestruces, que enterramos la cabeza en la arena y dejamos el culo al aire como mecanismo de eludir las responsabilidades. Y así evitamos querer conocer las causas profundas de la crisis ambiental del momento. La del calentamiento global, que esta poniendo el mundo al borde de la extinción.

El problema no se puede explicar por situaciones transitorias en las que buscamos chivos expiatorios como responsables del grave problema invernal que nos agobia. Como la de achacar a las corporaciones ambientales el problema, y dar soluciones superficiales como las señaladas por el presidente Santos al decir que se van a apretar las tuercas a dichas organizaciones. La verdad, no pretendemos desconocer que también forman parte de los actores culpables.

Pero el problema tiene causas mucho más profundas: el crecimiento irracional del capitalismo imperialista mundial con sus secuelas de miseria y toda la contaminación que generan las potencias del primer mundo. La corrupción que ellos promueven para escapar a los controles ambientales. Y la corrupción que campea en países como el nuestro, que facilitan inversiones destructoras del medio ambiente, como la minería a cielo abierto en los páramos, contrucción de proyectos de vivienda en zonas de riesgo y muchos más.

Los pobres del campo no están en las lomas porque quieren sino porque los acorralaron los ricos marginándolos de las buenas tierras productivas mientras las acumulan en forma ineficiente con ganadería extensiva, agricultura que no genera empleos, etc. Porque los obligaron a vivir en suelos de amenaza ambiental, a las orillas de los ríos en barrios marginales o en suelos inestables.

La causa está en la desigualdad de las naciones y la desigualdad entre los habitantes de un país como el nuestro. ¿Acaso son los habitantes de los barrios de estratos altos los que sufren las calamidades? Todos sabemos que no es así. Y que en nuestra nación las causas más profundas de 'nuestra tragedia invernal' son sociales y políticas. Y es ahí donde se debe actuar, tanto en la arena nacional como internacional.

En la clase política colombiana se halla una de las más profundas y decisivas causas del serio problema ambiental: tanto porque promueve, prohija y protege a los causantes de la miseria nacional, como por su posición arrodillada en el plano internacional frente a los países fuentes de el desequilibrio ambiental, frente al principal culpable del mundo: los Estados Unidos de Norteamérica.

Es la realidad. Lo demás son pamplinadas.

¡Despierten ranas, que se les va sancochar el culo!


13 de diciembre de 2010

Una imagen vale más que mil palabras...

Sobran, en ocasiones, extensos y tediosos discursos. De pronto una buena presentación nos abre mejor las entendederas.